Abraham Maslow  CONEXIONES
 

 

1
Cada uno de nosotros posee una naturaleza interna de base esencialmente biológica, que es hasta cierto punto natural, intrínseca, innata y, en cierto sentido, inmutable, o por lo menos, inmutante.

2
La naturaleza interna de cada persona es en parte privativa suya y en parte común a la especie.

3
Es posible estudiar científicamente esta naturaleza interna y descubrir cómo es (no inventar, sino descubrir).

 

 

Abraham Maslow

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CARLOS MIRAGAYA

   

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4
Esta naturaleza interna, en la medida en que nos es conocida hasta el momento, no parece ser intrínsica, primordial o necesariamente perversa. Las necesidades básicas (vida, inmunidad y seguridad, pertenencia y afecto, respeto y autorespeto, auto-realización), las emociones humanas básicas y las potencialidades humanas básicas son, según todas las apariencias, neutrales, premorales o positivamente buenas. El ansia de destrucción, el sadismo, la crueldad, la malicia, etc., parecen hasta ahora no ser de naturaleza intrínseca, sino más bien reacciones violentas contra la frustración de nuestras necesidades intrínsecas, emociones y potencialidades. La ira no es mala en sí misma, como tampoco lo es el miedo, la pereza e incluso la ignorancia. Naturalmente, estas cosas pueden llevar y de hecho llevan al mal comportamiento, pero no necesariamente. La naturaleza humana no es ni mucho menos tan mala como se creía. De hecho puede afirmarse que tradicionalmente se han venido subestimando las potencialidades de la naturaleza humana.

5
Puesto que este naturaleza interna es buena o neutral y no mala, es mucho más conveniente sacarla a la luz y cultivarla que intentar ahogarla. Si se le permite que actúe como principio rector de nuestra vida, nos desarrolaremos saludable, provechosa y felizmente.

6
Si se niega o intenta abolir este núcleo esencial de la persona, ésta enferma, unas veces con síntomas evidentes, otras con síntomas apenas perceptibles; unas veces como resultado inmediato y otras con alguna posterioridad al establecimiento de la causa.

7
Esta naturaleza interna no es fuerte, dominante e inequívoca como el instinto lo es en los animales. Es débil, delicada, sutil y fácilmente derrotada por los hábitos, presiones sociales y las actitudes erróneas a su respecto.

8
Aún cuando es débil, raramente desaparece en las personas normales e incluso puede ser que tampoco desaparezca en las enfermas. Aun cuando se la niegue, perdura calladamente presionando de continuo por salir a la luz.

9
Hay que conjugar de algún modo estas conclusiones con la inevitabilidad de la disciplina, privación, frustración, dolor y tragedia. Estas experiencias resultan convenientes en la medida en que revelan y actualizan nuestra naturaleza interior. Resulta cada vez más claro que estas experiencias guardan relación con un sentimiento de consecución, de fortaleza del ego y, en consecuencia, con un sentimiento de autorrespeto y autoconfianza saludables. Quien no ha conseguido, resistido y superado, sigue dudando de su propia capacidad de hacerlo. Esto resulta cierto no sólo si lo aplicamos a los peligros que vienen desde fuera; lo es también en cuanto a la capacidad de control y dilación de los propios impulsos y, por lo tanto, de serenidad ante ellos.